Y en un beso me entregó nuevamente el mundo. Se despidió con un beso, comon si fuese la esposa en el papel de despedida y yo solo, sin que se entere, me sumergí en sus labios con el afán de acompañarla siempre. Y quizás sea la Penelope de mis cuentos, la dama que con un beso se convierte en la princesa de siempre, a la que espero a que se decida incendiar el mundo, el único que tenemos y en esa perversa luz construir otro donde quepan todos los universos.
Junto a ella, y lo descubrí hace aproximadamente doce años, los milagros son perfectos, o simplemente existen.
Yo con tu beso
hago incendios
mientras cosecho maíz
y alimento enfermos
Yo con tu beso
cultivo fuego
enrojecen los párpados
vuelvo a ser yo
y no finjo
y no finjo
Tú posees mi calma
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