Como Cortázar
Y hay una sola saliva y
un solo sabor a fruta madura,
y yo te siento temblar contra
mí como una luna en el agua.
El beso, Julio Cortázar.
Sí, como el flaco argentino que sin polo parecía un Charly bajo la escalera de algún blues sin suicidios, que por cierto los blues tienen escaleras, respaldan su andar musical sobre las cabelleras siempre de alguna dama y sobretodo nunca pide permiso, es lo que se me olvida cada vez que paso cerca de ti. Apresurarme en la madrugada, ganarle al silbido de las estrellas para no despertarte y con tus ojos al sol, en oscuras te prefiero, con las sábanas rogando contarme tus sueños, una pestaña acostarla en mi cabello y como todas las noches jugar al mejor desvelado del mundo.
Escribir como el flaco que de buena carne y buen vino sabía como si sudara poesía, escribir como él o al menos intentar para resplandecer en tus ojos una veta dispuesta a sacrificarse dos veces por este amor, pero me distraigo y toco, intento, toco, intento, toco tus rodillas y con un dedo todo el borde ellas, de ambas, no quiero llegar a ser castigado solo por tocar una, que el castigo sea doble esta vez, y las dibujo como si salieran de mi mano y alejo los labios, es que no va a entender que uno nace en tus rodillas, y se va a espantar de manera significativa todo el tiempo, huirá de tanta promesa, no aguantará tanta promesa en unos dedos sobre unas rodillas. Obviaré los demás escalones, esta noche, porque aún sigue siendo noche y si nos mordemos el dolor es dulce, compartir mordidas debería ser parte del reglamento en la habitación, destapar las ventanas y empezar un terrible campeonato de mordidas, el primer premio será la envidia de las estrellas y su gusto por obtener labios, por saber qué es besarte sin compartir, por enterarse que un beso tuyo recuerda a poesía.
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